
Entonces decidí levantarme de aquella incomoda silla y dar por concluido aquel infierno, al menos por hoy. Fui hasta la ventana, y me asomé. ¿De verdad me estaba perdiendo todo ese mundo?, ¿de verdad que tenía que estar encerrada en esas cuatro paredes? ¡BASTA! Y paró. De pronto, sentí un vacio, sentí el suelo contra mi pecho, sentí como si todo aquello por lo que me había estado tanto tiempo preocupando ya no fuera nada. Sentí como mi mente se iba alejando poco a poco. Sentí, por primera vez en mucho, muchisimo tiempo, que descansaba eternamente en paz de una maldita vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario